viernes, 31 de diciembre de 2010

Dia 3, Diario de Siros

La historia de Moltbent me ha maravillado, hace que quiera saber más sobre esta isla.

Hoy al levantarnos para seguir nuestro camino hacia la ciudad de Shandora. Moltbent me ha despertado felicitándome. Se me había olvidado completamente que era Nochevieja, aun era temprano, desde luego, y quedaba aun mucho camino por recorrer pero me gustaría llegar ,en esta noche tan señalada , a una ciudad.

Moltbent, también me dijo que antes de despertarme estuvo mirando la entrada y por lo visto a día de hoy se encuentra en el rio. Pero justamente dentro, bajo agua. Así que tendremos que coger aire y bucear. Estoy preocupado. No por el agua, me encanta el agua. Mi preocupación viene porque según me dijo hay que tener cuidado, el rio es tremendamente profundo y viven algunas bestias que mejor no encontrarse.

--Muy bien—dijo Moltbent--¿lo tienes todo?

--si, tampoco es que tuviera mucho—

--desde luego que no, es cierto…en fin, vamos. —

Moltbent se lanzó al agua y le siguió Siros. Cogieron aire y empezaron a bucear.

Siros se limitaba a seguir a su guía. Sus ojos grises no alcanzaban a ver las rastas negras de Moltbent que se perdían en la oscuridad del agua. Cada vez más y más y más…

Fue entonces cuando se dio cuenta de que se había perdido, no veía a Moltbent y por más rápido que nadaba no lo encontraba, empezó a buscar y vio una pequeña caverna submarina, pensó que quizás estuviera allí, que a lo mejor esa era la entrada.

Se apresuró ya que empezaba a quedarse sin aire. Pero de repente algo le agarraba de la pierna y empezó a tirar hacia abajo, con tanta fuerza que creía que se le iba a salir la pierna.

No sabía qué era aquello hasta que al llegar al suelo lo vio: Una serpiente marina enorme, tan grande como una casa. Siros se acercaba a toda velocidad hacia ella. El miedo se le aferraba a la garganta como la cola de la serpiente a su tobillo. Miró hacia la lejanísima superficie, brillante y llena de necesario aire, después cerró los ojos, pensó que Moltbent estaría más arriba buscándolo y para cuando se diera cuenta de donde estaba sería tarde…

--Baila…Arzibo…--

Debía de estar perdiendo la conciencia, había escuchado claramente la voz de alguien en el agua, como si estuviera en la superficie.

--música de mandato—

La serpiente dejó de tirar aunque seguía agarrando a Siros. Después como movido por una extraña sensación, la serpiente se dirigió con una velocidad tremenda hacia la caverna submarina, llegando en unos segundos, luego dejó a Siros suavemente en el seco suelo y desapareció en el agua.

La caverna parecía crear una burbuja de aire por lo que el agua no llegaba a entrar.

--venga tío—oyó Siros—aun nos queda camino… está bien como quieras—

Siros que estaba casi inconsciente apenas podía distinguir que pasaba, notaba sus pulmones llenos de agua y sobre todo falta de aire.

--baila…Arzibo, canto de fénix—

Otra vez la misma voz clara y concisa, esta vez estaba seguro. De repente una música empezó a sonar por todas partes y sus pulmones empezaron a expulsar el agua, el corazón se le aceleró y sus ojos se abrieron de par en par mientras vomitaba el agua.

--¿estas mejor?—

Siros levantó la cabeza y vio a Moltbent, preocupado, mirándolo.

--¿tú…tú has…?—

Moltbent movió la cabeza asintiendo y sonrió. --No soy un músico cualquiera Siros. Mi música la oyen hasta las estrellas. —

Siros, aun impresionado miró a Moltbent y se incorporó –fascinante…pero ¿cómo?

--bueno, no creo que este sea el mejor sitio para hablarte de esto—interrumpió Moltbent—Verás , si continuamos encontraremos la casa de los 3 habladores…bueno tardaremos bastante pero imagino que llegaremos al anochecer.

Moltbent y Siros siguieron por la gruta, cuando llegaron al final de la cueva vieron una casa circular de gran tamaño en mitad de un enorme páramo

--¿un páramo?—dijo Siros algo asombrado— ¿cómo es que hay un páramo aquí?, ¿Por qué la entrada cambia? ¿Qué era esa serpiente? Y sobre todo ¿cómo haces eso?

Siros explotó, no entendía nada de aquella isla y quería respuestas

--tranquilo amigo—dijo Moltbent—entremos, te presentaré a unos amigos y aclararemos todo.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Día 2, Diario de Siros

Ayer me encontré con el chico que canturreaba aquél sonido. Se trata de Moltbent, al parecer es un habitante de la isla. Parece tener una personalidad agradable y físicamente es normal para vivir en una isla con tantos accidentes geograficos y ningún medio de transporte. Cuando lo vi, vestía unos pantalones pesqueros marrones y una camiseta gris pero lo que más me llamó la atención fueron sus rastas negras y brillantes. Es bastante curioso este chico.

Se ofreció para acompañarme por la isla al saber que quería llegar a la ciudad. Durante el camino hablo con él y me cuenta que llegar a la ciudad es complicado y también pesado, pero no me importa, durante el trayecto detecto una afinidad como hacía mucho que no sentía, hemos estado hablando sobre millones de cosas, a veces cosas que no tenían ningún sentido, mientras charlábamos detectaba sabiduría en sus palabras de esa que te da la experiencia de caer y levantarte. Cuanto más tiempo paso junto a él más me suena su rostro sonriente y a la vez sereno.

Hemos cruzado el bosque y llegado al rio que cruza la isla, así que nos pareció un buen sitio para acampar, ya que la noche empezaba a cerrarse.

En la acampada, Moltbent me cuenta que llegar hasta la ciudad es complicado porque la entrada cambia según la hora. También me cuenta que llevaba viviendo en la isla desde hace años pero que no era natural de aquí. Sin embargo sabe historias como la que habla de la “luz de Shandora”:

“--Cuenta la leyenda que en una isla lejana habitaban una tribu la cual era azotada por una terrible epidemia.
Un día un prestigioso científico encontró la isla mientras navegaba con su tripulación. El científico detectó la infección y de inmediato ayudo al pueblo de Shandora, que así se llamaba.
Pero no sin pasar por algunos problemas, pues el guerrero guardián de la tribu y la misma tribu desconfiaban de ellos,
El científico después de poco tiempo encontró la cura. Él y el guerrero se hicieron grandes amigos por lo que el guerrero le enseñó la ciudad de oro que era como llamaban también a Shandora—dijo Moltbent señalando la ciudad en la montaña-- Dicha ciudad disponía de una campana maciza de oro que al tocarla emitía un sonido precioso.

La tribu desconfiaba de los investigadores pues creían que robarían el oro. Así que fueron expulsados de la isla. El guerrero ante tal situación se avergonzó de su pueblo

“nos devuelven la esperanza, nos curan, incluso nos regalan sus conocimientos... ¿y así se lo pagamos?”—Citó Moltbent imitando al guerrero por aquel entonces--
La gente avergonzada—continuó-- se preguntaban qué podían hacer mientras sus amigos zarpaban tristes, por la forma de salir de esta isla.


Fue entonces cuando tocaron la campana gritando desde la orilla "encended la luz de Shandora" como muestra de agradecimiento a sus amigos...—Moltbent paró sonriendo mientras miraba como ardía el fuego de la hoguera que hicieron para la acampada--
¿Sabes qué contestaron ellos?,--

--Siros sacudió la cabeza, embobado por la historia-- el científico y su tripulación gritaron con todas sus fuerzas: "Estamos aquí"

El guerrero pidió perdón desde la orilla, a su compañero y éste entre lágrimas le gritó casi desgarrándose la garganta, ¡que no pasaba nada! Que no lo tenía en cuenta

Mientras el barco navegaba, al guerrero le dio tiempo .antes de que el barco se perdiera por el horizonte, de hacerle una promesa,--“mientras estéis navegando esta ciudad tocará la campana de Shandora, la luz de esta isla, para que podáis volver”--

Se dice—continuó Moltbent tras beber un poco de agua de su cantimplora—que ésta tradición ha pasado de generación a generación y aun hoy se puede escuchar el bello sonido de la campana llamando a sus amigos a la isla, otros dicen que la campana sólo la oyen quienes tengan una misión que cumplir en la isla—

--¡eh!, un momento—dijo Siros alterado—yo… antes de naufragar, escuche una campana, tenía un sonido tan bello que era imposible no darse cuenta de ella---

De repente, en la isla retumbó el sonido de una campana con un sonido que envolvía.

Moltbent se giró asombrado y miró con los ojos como platos a Siros.

--es imposible…--murmuró

--¿por qué?—preguntó Siros—

--Hace décadas, que esa campana, no funciona…--

Mientras, en la ciudad de la montaña, mientras suena la campana, 2 personas hablan en un salón con un enorme ventanal, donde se podía ver una fogata de alguien o algunos que acampaban junto al rio.

--está sonando—dijo el hombre que estaba sentado en uno de los sillones—

--sin duda es él—dijo una chica que miraba el pequeño destello que enviaba la fogata, a esa distancia—

--me cuesta creer que no se diera cuenta de nada, durante la travesía junto a él—contestó el chico mientras se levantaba del sillón—si es él, no debería haberle sido complicado—

--bueno, yo puedo…llegar a camuflarme muy bien, entre la realidad—dijo la chica mientras movía sus manos acariciando el ventanal, unas manos que tenían unas uñas que cambiaban de colores…un ventanal, cuyos cristales empezaban a convertirse en liquido…

--sólo espero—empezó el chico abriendo la puerta del gran salón—que ellos, no lo encontrasen durante este tiempo y sobre todo que no te descubrieran, sino estaremos en problemas—

Mientras decía estas palabras, el chico se marchó y cerró la puerta, dejando a la mujer, que seguía mirando por la ventana, sola y pensativa.

--vamos pequeño—murmuró volviendo sólido e intacto el cristal—tienes que llegar aquí…--