miércoles, 19 de enero de 2011

Día 3, noche. Diario de Siros

Me encuentro en la casa de los tres habladores. He pasado la tarde aquí. Después de lo que hemos pasado, Moltbent y yo para llegar, el resultado no ha quedado en saco roto.

Tengo una misión aquí. Por lo visto tengo que ayudar a alguien que, según mis nuevos amigos, me tiene en muy alta estima. He descubierto que este diario pertenece a una de las habitantes de esta isla. Me gustaría entregárselo cuando esto acabe…

Temo que mis camaradas, “Los Marítimos” ,me estén buscando con eficacia. Si es así mis nuevos amigos por lo visto están en peligro.

Además no quiero que lleguen hasta al menos haber conocido a ese Siros Dark.

Todo ello me lleva al mismo objetivo que tenía desde el principio: llegar a la ciudad.

Abatwa, una de las tres residentes de la casa, sabe cómo llegar, pero al parecer es mejor dejarlo para mañana. Así que dormiré en esta casa. Está bien dormir en una cama después de tanto tiempo…

Siros mira los distintos cuadros que adornan la habitación en la que iba a pasar la noche. En todos aparecían Abatwa, Voldy o Schwa en algún extraño lugar del extenso mundo.

--Hemos estado en casi todo el planeta—dijo Abatwa—pero nunca bastaba, nunca hemos visto lo suficiente, nunca aprendimos suficientes lenguas…

Abatwa avanzaba por la habitación posando sus oscuros ojos de un cuadro a otro. En su voz pausada y su lentitud en los pasos, se notaba nostalgia por volver a esos viajes.

--¿Por qué no volvéis?—

--no podemos ir hasta que no salvemos a Siros…--dijo Abatwa mirando al suelo con desanimo—somos un equipo, quizás seamos algo independientes y vayamos cada uno por nuestro lado pero… pero si alguno nos necesitamos, da igual la distancia o la situación, haremos lo que sea. —

Siros sabía de lo que hablaba, desde que naufragó a veces soñaba con su tripulación ahogada. Decenas de cadáveres en el agua, ese era su sueño una y otra vez.

--mañana empezaremos la ruta hacia la ciudad—

--¿no tiene nombre?—

--¿para qué?—dijo Abatwa encogiendo los hombros—sólo hay una en toda la isla…

--bien y…¿escalaremos las montañas o iremos por el bosque?—

--bajo tierra—

--¿cómo?—

--bajo tierra—volvió a repetir asintiendo con los ojos cerrados y con una sonrisa pintada en la cara—es el único modo de llegar sin que cambie la entra—

--¿Cómo que “sin que cambie la entrada”?, ¿Qué tiene que ver?—

--verás, la primera vez que fuimos a por…Siros Dark, la entrada fue variando a medida que avanzábamos, nos dimos cuenta de que al acercarnos, el paisaje variaba… tú mismo te habrás dado cuenta de que es casi , por no decir del todo imposible llegar allí…--

--sí, Moltbent mencionó algo—

--incluso llegar aquí ya es complicado porque estamos muy cerca a la ciudad—

--¿pero cómo varía?—

--no sabemos con seguridad… al principio creíamos que era el mismo Dark quien la variaba, si había construido un castillo en tan poco tiempo no podíamos descartar nada… hasta que llegamos y…--

--¿y?—

--bueno… lo comprenderás cuando llegues, el caso es que no era él, no podía serlo, así que creemos que hay alguien más allí, alguien que impide que lleguemos con facilidad—

--pero, ¿Quién? Y ¿Por qué no puede ser Dark, el que haga los cambios?—

--ya lo verás, el caso es que para llegar ahí que ir bajo tierra—dijo Abatwa otra vez asintiendo con los ojos cerrados con cara de felicidad

Siros no entendía esa expresión pero visto hasta donde había llegado, no le quedaba más que seguir.

Abatwa se marchó y dejo que Siros se acomodara en la cama de la habitación fue entonces cuando calló en un profundo sueño…

En una habitación en las lejanas tierras del sur de la Península Ibérica. El abuelo Diego, charla con su nieto de mismo nombre.

--Abuelo, cuéntame más sobre las palabras del alma—

El abuelo miró con los ojos plateados a su nieto. Tenía una mirada de esas que forja la experiencia, mientras que su nieto de ojos marrones tenía la mirada de quien tiene sed de conocimientos e impaciencia por saciarla.

--A ver Dieguito…--dijo con tono jovial como siempre hacia su abuelo pese a tener una voz ronca-- ¿qué quieres saber hoy?—

--¿por qué puedo hacer eso?, ¿Por qué no puedo decir otra palabra que no sea Meteora? Y ¿Quién es…?

--¡Eeh, calma amigo!—dijo acompañado de una estruendosa carcajada—vamos por partes—

El abuelo Diego, cogió un cigarrillo, lo encendió y se sentó en el suelo con asombrosa agilidad. –veamos, en realidad todo el mundo sabe el nombre de un alma, toda persona está conectada a una e incluso a veces varias personas están conectadas a una misma alma, depende de ti y el vinculo que crees con ella, para acceder a un poder u otro…

Dieguito asintió con asombro, cada palabra que salía de la boca de su abuelo era un tesoro que él cogía envolvía en un paño de curiosidad y lo guardaba en su mente bajo llave.

--en cuanto a porqué sólo una palabra—prosiguió su abuelo—bueno… no conozco a nadie que conozco más de un nombre, hay que tener una relación especial para que otra alma te diga su nombre y una mente abierta para que la oigas—

--ojalá compartamos el mismo alma—

--me temo que mi amiga, por así decirlo, no es Meteora…--

--Meteora…--repitió el pequeño-- ¿Quién es, abuelo?—

--dímelo tú, pequeño—dijo sonriéndole—

--yo creo que es una mujer, con el pelo rizado largo y de colores, y muy guapa abuelo, casi tanto como mamá— Dieguito hablaba con la mirada ida, con la misma mirada con la que casi invocó a Meteora en el patio—y parece como si de su cuerpo saliera llamaradas que no la queman, porque no es fuego lo que saca de cuerpo. Son sueños, los mismos que hay en los libros y los cuentos que me muestras—

Diego, el abuelo, miró con leve asombro la elocuencia que su nieto había mostrado durante la explicación, pero sabía que además de la cantidad de libros que leía dieguito, también Meteora le ayudaba de algún modo.

--abuelo, ¿y tu alma?—

--¿La mía?, la mía es simple y bella a la vez, mi amiga se llama Ne… --

--¡Vamos Siros, arriba holgazán!—gritó una voz despertando al naufrago de su extraño sueño, un sueño que volvía a llevarlo junto a un hombre y su nieto…--

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