jueves, 30 de diciembre de 2010

Día 2, Diario de Siros

Ayer me encontré con el chico que canturreaba aquél sonido. Se trata de Moltbent, al parecer es un habitante de la isla. Parece tener una personalidad agradable y físicamente es normal para vivir en una isla con tantos accidentes geograficos y ningún medio de transporte. Cuando lo vi, vestía unos pantalones pesqueros marrones y una camiseta gris pero lo que más me llamó la atención fueron sus rastas negras y brillantes. Es bastante curioso este chico.

Se ofreció para acompañarme por la isla al saber que quería llegar a la ciudad. Durante el camino hablo con él y me cuenta que llegar a la ciudad es complicado y también pesado, pero no me importa, durante el trayecto detecto una afinidad como hacía mucho que no sentía, hemos estado hablando sobre millones de cosas, a veces cosas que no tenían ningún sentido, mientras charlábamos detectaba sabiduría en sus palabras de esa que te da la experiencia de caer y levantarte. Cuanto más tiempo paso junto a él más me suena su rostro sonriente y a la vez sereno.

Hemos cruzado el bosque y llegado al rio que cruza la isla, así que nos pareció un buen sitio para acampar, ya que la noche empezaba a cerrarse.

En la acampada, Moltbent me cuenta que llegar hasta la ciudad es complicado porque la entrada cambia según la hora. También me cuenta que llevaba viviendo en la isla desde hace años pero que no era natural de aquí. Sin embargo sabe historias como la que habla de la “luz de Shandora”:

“--Cuenta la leyenda que en una isla lejana habitaban una tribu la cual era azotada por una terrible epidemia.
Un día un prestigioso científico encontró la isla mientras navegaba con su tripulación. El científico detectó la infección y de inmediato ayudo al pueblo de Shandora, que así se llamaba.
Pero no sin pasar por algunos problemas, pues el guerrero guardián de la tribu y la misma tribu desconfiaban de ellos,
El científico después de poco tiempo encontró la cura. Él y el guerrero se hicieron grandes amigos por lo que el guerrero le enseñó la ciudad de oro que era como llamaban también a Shandora—dijo Moltbent señalando la ciudad en la montaña-- Dicha ciudad disponía de una campana maciza de oro que al tocarla emitía un sonido precioso.

La tribu desconfiaba de los investigadores pues creían que robarían el oro. Así que fueron expulsados de la isla. El guerrero ante tal situación se avergonzó de su pueblo

“nos devuelven la esperanza, nos curan, incluso nos regalan sus conocimientos... ¿y así se lo pagamos?”—Citó Moltbent imitando al guerrero por aquel entonces--
La gente avergonzada—continuó-- se preguntaban qué podían hacer mientras sus amigos zarpaban tristes, por la forma de salir de esta isla.


Fue entonces cuando tocaron la campana gritando desde la orilla "encended la luz de Shandora" como muestra de agradecimiento a sus amigos...—Moltbent paró sonriendo mientras miraba como ardía el fuego de la hoguera que hicieron para la acampada--
¿Sabes qué contestaron ellos?,--

--Siros sacudió la cabeza, embobado por la historia-- el científico y su tripulación gritaron con todas sus fuerzas: "Estamos aquí"

El guerrero pidió perdón desde la orilla, a su compañero y éste entre lágrimas le gritó casi desgarrándose la garganta, ¡que no pasaba nada! Que no lo tenía en cuenta

Mientras el barco navegaba, al guerrero le dio tiempo .antes de que el barco se perdiera por el horizonte, de hacerle una promesa,--“mientras estéis navegando esta ciudad tocará la campana de Shandora, la luz de esta isla, para que podáis volver”--

Se dice—continuó Moltbent tras beber un poco de agua de su cantimplora—que ésta tradición ha pasado de generación a generación y aun hoy se puede escuchar el bello sonido de la campana llamando a sus amigos a la isla, otros dicen que la campana sólo la oyen quienes tengan una misión que cumplir en la isla—

--¡eh!, un momento—dijo Siros alterado—yo… antes de naufragar, escuche una campana, tenía un sonido tan bello que era imposible no darse cuenta de ella---

De repente, en la isla retumbó el sonido de una campana con un sonido que envolvía.

Moltbent se giró asombrado y miró con los ojos como platos a Siros.

--es imposible…--murmuró

--¿por qué?—preguntó Siros—

--Hace décadas, que esa campana, no funciona…--

Mientras, en la ciudad de la montaña, mientras suena la campana, 2 personas hablan en un salón con un enorme ventanal, donde se podía ver una fogata de alguien o algunos que acampaban junto al rio.

--está sonando—dijo el hombre que estaba sentado en uno de los sillones—

--sin duda es él—dijo una chica que miraba el pequeño destello que enviaba la fogata, a esa distancia—

--me cuesta creer que no se diera cuenta de nada, durante la travesía junto a él—contestó el chico mientras se levantaba del sillón—si es él, no debería haberle sido complicado—

--bueno, yo puedo…llegar a camuflarme muy bien, entre la realidad—dijo la chica mientras movía sus manos acariciando el ventanal, unas manos que tenían unas uñas que cambiaban de colores…un ventanal, cuyos cristales empezaban a convertirse en liquido…

--sólo espero—empezó el chico abriendo la puerta del gran salón—que ellos, no lo encontrasen durante este tiempo y sobre todo que no te descubrieran, sino estaremos en problemas—

Mientras decía estas palabras, el chico se marchó y cerró la puerta, dejando a la mujer, que seguía mirando por la ventana, sola y pensativa.

--vamos pequeño—murmuró volviendo sólido e intacto el cristal—tienes que llegar aquí…--

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