viernes, 7 de enero de 2011

En un patio del sur, donde las flores y plantas en sus respectivas macetas cubren cada centímetro de la pared blanca que rodea cuanto contiene, Se encuentra un pequeño muchacho de 9 años jugando con su abuelo.

Ambos llevan toda la tarde jugando con figuras de madera, que traía el padre del chico, que era carpintero. El niño que juega con las figuras, se le resbala una de las manos y se parte en 4 pedazos.

--abuelo…te has partido—dijo el niño asustado—

--bueno, no te preocupes Dieguito—contesta su abuelo—si algo tiene de bueno la imaginación es que todo cuanto se imagine, se puede volver a crear, aunque no quede perfecto—continuó mientras recogía los pedazos de madera y los unía…--

--bueno, pero la imaginación no puede llevarte muy lejos ¿no?—preguntó Diego mirando la figura—

--No, pero si te esfuerzas, si te entregas en cuerpo y alma y sobre todo tiene fe en lo que haces—el abuelo pasó la mirada de la pieza a su nieto—podrás hacer realidad todo cuanto imagines, el limite lo pones tú—

Diego miraba maravillado la pieza ensimismado, le encantaba las figuras que le hacia su padre, quizá algo bastas, pero a él le gustaba, de hecho le daba igual si tenían forma o no. Si hacía falta el imaginaba todo un repertorio de personajes sólo con pequeños tacos de madera.

--¿Quieres que tu muñeco cobre vida?—le susurro el abuelo al oído mientras seguía con la mirada fija en la figura—

--sí—contestó igual de flojo—

--cuenta una historia que cuando crees firmemente en que puedes conseguir algo y pronuncias las palabras correctas…aquello que quieres, pasa…--dijo su abuelo riendo—no sé muy bien a que se refiere la historia, pero oí a un amigo mío que su hija pronunció “sonríe” y una palabra extraña y de repente la pared que quería pintar estaba llena de los más bellos dibujos que jamás podrías imaginar, Diego… imagínate…poder pintar lo que quieras sólo con saber el nombre adecuado.

Diego fascinando por la historia miraba fijamente a las figura de madera, sus ojos marrones estaban tan fijos como los grises de su abuelo.

--arde…--murmuró su abuelo—

--Meteor…--empezó Diego—

--Diego, a merendar—dijo la voz de la abuela—tráete al niño contigo—

El Diego adulto cogió en brazos a su nieto que parecía salir de un pequeño trance. Sonrió a su nieto algo desilusionado y le dio un beso en la mejilla.

--abuelo—

--sí—

--gracias por enseñarme que es la fe—

--¿por qué dices eso?—

--porque juraría que la cabeza también se rompió y ahora esta unida—

El abuelo se volvió y miró la figura de madera. Fue entonces cuando una enorme carcajada retumbó por todo el patio

--Siros—dice una voz—Siros, ¡deja de reírte y vuelve!—

--¿qué?…. —dijo Siros que estaba en el suelo de un enorme páramo--¿qué ha pasado?

--Bueno después de salir del agua y escapar de la serpiente empezaste a preguntarme cosas por segundo y acto seguido te desmayaste, creo que a causa de la falta de oxigeno, de cuando te agarró la serpiente—

--ah… sí—dijo Siros desconcertado—

Estaban ocurriéndole cosas rarísimas en aquel lugar y aquel sueño… ¿Qué significaba?

Apenas entendía que ocurría, como iba a entender qué soñaba.

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